por: Mtra. Margarita Martínez Rivera
La perspectiva de género nos permite identificar cómo a lo largo de la historia se han preservado estigmas relacionados con las mujeres. Cuando observamos el concepto de “bruja” nos encontramos con que en la actualidad se relaciona con una ofensa, un insulto, algo que se dice despectivamente de una mujer, Es interesante el preguntarnos cómo surgió este significado.
Este concepto de “bruja” aparece en la edad Media y sigue hasta nuestros días. En latín, las brujas eran denominadas maleficae (maléfica). Este término se utilizó para designar a mujeres que contravenían los órdenes establecidos en Europa durante la Edad Media. Las mujeres a las que se les designaba como “brujas” eran por lo regular ancianas solas, económicamente desposeídas, que no contaban con la protección de algún hombre. También esta designación se podía hacer de mujeres jóvenes que tampoco contaban con protección masculina y que eran vistas como una “amenaza” a las convenciones sociales que establecían que la mujer debería dedicarse a las labores de cuidado y atención de su familia.
En una sociedad en la que la designación de roles sociales para las mujeres era muy rígida (eran madres, esposas, monjas o prostitutas), las mujeres que se salían de estas categorías eran vistas como “brujas”. El concepto de “bruja” denotaba la marginación de la que eran objeto estas mujeres que no encajaban en los cánones establecidos. La situación de estas mujeres era difícil, en la medida en que para sobrevivir, dado que generalmente no contaba con la figura masculina proveedora, requerían insertarse en el desempeño de labores tradicionalmente consideradas como masculinas.
El concepto de “bruja” denotaba la marginación de la que eran objeto estas mujeres que no encajaban en los cánones establecidos.
Al estudiar desde una perspectiva de género a estas mujeres, que bajo al tradición patriarcal han sido ubicadas bajo la categoría de “brujas”, nos encontramos con que ellas contaban con conocimientos acerca del uso medicinal de las hierbas, que auxiliaban a las mujeres en las labores de parto, etc. Es muy probable que al haber tenido que enfrentarse a los patrones patriarcales, ellas hayan desarrollado conocimientos y habilidades que en aquella época no estaban permitidas para las mujeres. Esto que al mismo tiempo les permitió sobrevivir, también representó una amenaza para el sistema patriarcal.
La trasgresión que la forma de vida de estas mujeres representaba para el sistema de creencias y valores, fue una de las causas por las que fueron perseguidas y quemadas en la hoguera. A fin de justificar este ataque, las autoridades eclesiásticas asociaron a estas mujeres con las fuerzas diabólicas. Se siguió de esta forma, una creencia que establecía la vinculación de la mujer, con la maldad, con el pecado. Ya en la tradición judeo-cristiana se había señalado que el demonio había tentado a Eva y que por su culpa la humanidad había sido desterrada del paraíso. En la Edad Media, continúa esta asociación de la mujer trasgresora con lo demoníaco. El miedo a la tortura y a al muerte servía en esta época para que las mujeres se sometieran a los patrones que establecían los lugares que deberían desempeñar.
Cuando escuchemos que a una mujer independiente, segura de sí misma, que decide guiar su vida bajo sus propios valores y que se atreve a no seguir existiendo “para los otros”, se le etiqueta como una “bruja”…
La significación de una mujer bajo el término “bruja” sigue hasta nuestros días. Es importante recordar sus orígenes a fin de identificar la manera en que la sociedad patriarcal estigmatiza y castiga la diferencia. Pareciera que nuestros días están muy lejos de aquellos tiempos en que las mujeres que contravenían los patrones eran castigadas y asesinadas no obstante aún no podemos hablar de que exista una cultura de respeto hacia la diferencia. Dentro de nuestra sociedad todavía se estigmatiza a mujeres que cuestionan los patrones patriarcales y que deciden vivir su vida bajo nuevos códigos.
En virtud de esto es preciso resaltar las virtudes de una cultura de la tolerancia a la diferencia. Cuando escuchemos que a una mujer independiente, segura de sí misma, que decide guiar su vida bajo sus propios valores y que se atreve a no seguir existiendo “para los otros”, se le etiqueta como una “bruja” es conveniente reflexionar sobre el origen de este concepto. El recuerdo de una época en la que la tortura y la muerte eran las consecuencias que les tocaba vivir a las mujeres que se atrevieron a salirse de los patrones patriarcales, no puede ayudar a revalorar la cultura de la tolerancia y del respeto.