En la mitología griega, Hestia (Ἑστία) era una de las diosas olímpicas. Hija de Cronos y Rea, personificaba el fuego del hogar. Hestia apenas salía del Olimpo, y nunca se inmiscuía en las disputas de los dioses y los seres humanos, por lo que paradójicamente pocas veces aparece en los relatos mitológicos a pesar de ser una de las principales diosas de la religión griega y, posteriormente, romana.
Se asemejaba a la escita Tabiti. Su nombre romano es Vesta, y también se la identificaba con la diosa Fornax.
Mito
Hestia fue la primera hija nacida de Rea y Cronos, era la hermana mayor de la primera generación de Dioses del Olimpo, y tía soltera de la segunda generación. Como no participaba en los amoríos y en las guerras que salpicaban la mitología griega, es la menos conocida entre los principales Dioses y Diosas, pero era muy venerada y recibía las mejores ofrendas hechas por los mortales a los dioses.
La venerable virgen Hestia, una de las tres que Afrodita fue incapaz de subyugar, persuadir, someter o incluso despertarle una dulce añoranza. Hizo que Poseidón Dios del mar y Apolo Dios del Sol se enamoraran de Hestia, ambos la pretendían, pero ella los rechazó con firmeza, haciendo voto solemne de permanecer virgen para siempre.
Zeus le concedió un bello privilegio, en lugar de un regalo de bodas, tener un sitio en el centro del hogar para recibir las mejores ofrendas. A ella se le rinde culto en todos los templos de los Dioses. El significado de Hestia se encuentra en rituales simbolizados por el fuego; para que una casa se convirtiese en hogar, se requería de la presencia de Hestia. Cuando una pareja se casaba, la madre de la novia encendía una antorcha en su propio hogar y la llevaba ante la pareja recién casada, para alumbrar su primer hogar; este acto consagraba la nueva casa.
Tras el nacimiento de un hijo, un segundo ritual de Hestia se llevaba a cabo; cuando el niño o niña tenía 5 años, se le hacía girar alrededor del hogar para simbolizar su admisión en la familia. A continuación, se celebraba un banquete festivo y sagrado.
Igualmente, cada Ciudad y Estado Griego, tenía un hogar común con un fuego sagrado en la sala principal. En dicha sala se entretenía oficialmente a los huéspedes, y cada nueva Colonia tomaba el fuego sagrado de su Ciudad de origen para encender el fuego en la nueva Ciudad.
Posteriormente en Roma, Hestia fue venerada como la Diosa Vesta; allí el fuego sagrado de Vesta estaba en los ciudadanos de Roma, en una familia, en sus templos, etc. El fuego sagrado era atendido por las vírgenes Vestales, a las que se exigía encarnar la virginidad y el anonimato de la Diosa. En un sentido, eran representaciones humanas de la Diosa; eran imágenes vivas de Hestia que trascendían la escultura y la pintura. Las niñas elegidas para ser vírgenes Vestales eran llevadas al templo cuando eran muy pequeñas; habitualmente antes de haber cumplido 6 años, vestidas de igual modo que Vesta y con el cabello cortado como nuevas iniciadas. Se suprimía externamente todo lo que pudiera hacerles distintas e individuales; eran apartadas de las demás personas, y se esperaba de ellas que viviesen como Hestia, teniendo fatales consecuencias él no permanecer vírgenes.
Una virgen vestal que hubiera tenido relaciones sexuales con un hombre, había profanado a la Diosa. En castigo, era enterrada viva, sepultada en una pequeña cueva bajo tierra, con luz, aceite, comida y sitio para dormir. La tierra sobre ella, era nivelada como si no hubiera nada debajo.
Hestia fue emparejada frecuentemente con Hermes, el mensajero de los Dioses conocido para los romanos como Mercurio. Este era una deidad elocuente e ingeniosa, protector y guía de los viajeros; Dios del habla y patrón de los comerciantes y de los ladrones.
En las casas el hogar redondo de Hestia se hallaba dentro; mientras que la columna fálica de Hermes permanecía en el exterior para traer la fertilidad y alejar el mal. En los templos también estás deidades estaban asociadas entre sí. En Roma, por ejemplo, el santuario de mercurio se erigía a la derecha de las escaleras que conducían al templo de Vesta.
Así pues, Hestia y Hermes estaban relacionados. Aunque separados en casas y templos, cada uno cumplía una función distinta.
Hestia era la mayor de las tres diosas vírgenes, al contrario de Artemisa y Atenea, no se aventuraba en el mundo para explorar la naturaleza salvaje, o establecerse en una ciudad. Permanecía dentro de la casa o del templo, contenida dentro del hogar.