Hecate (del griego Ἑκάτη) Titán griego de la brujería, de la hechicería y las encrucijadas.
Diosa telúrica, probablemente de origen prehelénico. Poco precisa en sus lineamientos e historia mítica.
La figura de la diosa Hécate es a primera vista, una de las más desconcertantes del panteón griego, puesto que sus características varían notablemente desde los primeros testimonios recogidos por Hesíodo hasta su presencia en la época clásica y helenística, sobre todo en las referencias que aparecen sobre ella en los papiros mágicos. Sus atribuciones se mueven entre lo positivo y lo negativo, entre la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas, entre la realidad y el mundo fantasmagórico, oscilando siempre en un juego continuo de opuestos, vinculándose o asociándose con otras divinidades como Artemis, Selene, Perséfone, Hermes o Deméter.
Algunos han pensado que es una diosa lunar y tiene gran relación con Artemis, con Selene y otras deidades borrosas. Otros niegan la existencia de cultos lunares en Grecia. Otra correlación indica que el nombre de Hécate, deriva de la diosa egipcia Heqit, Heket o Hekat. Heket, era una diosa sabia con cabeza de rana que se asoció a la creación del cosmos y de los hombres, y era compañera de Khnum, el dios con cabeza de carnero, modelador de dioses y hombres.
En Grecia paso como una diosa lunar, conectada con la tierra, el cielo y el submundo. Hija de dos titanes Asteria y Perses, nieta de Coeo y Febe. Zeus la colmó de dones y prerrogativas y le dio poder absoluto sobre la tierra y el mar. Pronto fue también diosa del más allá. Otra tradición más antigua la nombra como Hija de la Noche (NIX). De cualquier forma, es una diosa titánica, que no fue desposeída de sus poderes ctónicos y fue aceptada en el Olimpo, pero por distintas leyendas griegas, acaba viviendo en el submundo (Reino de la subconsciencia pues se le tenía demasiado temor para que estuviera en la “conciencia”).
Hécate tiene una doble vertiente, por un lado, es conocida como la Triple Diosa, de ahí sus “HeKateas”, estatuas de tres cabezas que se ponían en los cruces de caminos que era donde le gustaba presentarse con sus perros negros y hermosos. Por ello era venerada en las encrucijadas y sitios donde se habían cometido crímenes, por el poder emocional y pasional que contenían estos lugares. Sus estatuas están representadas con tres cuerpos y tres cabezas y muchas veces con cuatro de una y otra parte. Las tres caras o tres cabezas fueron explicadas más tarde como símbolo de una triada femenina, en que aparece como Selene, reina del cielo nocturno, Artemis, reina de la tierra y Hécate reina del abismo subterráneo.
También se le represento con cabeza de perro, serpiente y león o yegua y con seis brazos portadores de tres antorchas y tres símbolos sagrados, una llave por su papel de guardiana de los misterios del submundo, una soga o látigo, esto era como símbolo del trabajo de llevar las almas al submundo y ayudarles a renacer y una daga que más tarde se convertiría en el athame de las brujas.
Era una deidad doméstica común para los atenienses, el hogar era uno de los espacios con el que se le vinculaba, de ahí el epíteto propylaea y su relación con las llaves, por la que recibía también el apelativo Kleidouchos (Portadora de las llaves). Sus santuarios eran ubicados en las puertas y vestíbulos de la ciudad para protegerlos de los espíritus inquietos y otorgar bendiciones y su paso seguro. Su culto y adoración fue tan extenso como sus diversos atributos, con templos y santuarios diseminados por todo el Mediterráneo. Como figura clave en la saga Perséfone, Hécate fue parte integral de los antiguos misterios eleusinos, impactando sociedades secretas y rituales ocultos hasta el día de hoy.
Su triplicidad ha definido gran parte de la teología pagana moderna, con su postura que representa las tres fases de la luna, Creciente, Llena y Menguante (Doncella, Madre, Arpía, respectivamente).
En la Teogonía de Hesíodo, el Himno a Hécate, la describe de la siguiente manera:
“Ella, al quedar embarazada, trajo al mundo a Hécate, a la que el Cronida Zeus estimó por encima de todas y le dio como brillantes regalos participar de la tierra y del estéril mar, pero también obtuvo parte de la honra del estrellado cielo y es especialmente respetada por los inmortales dioses. En efecto, ahora, cada vez que alguno de los hombres sobre la tierra quiere atraerse el favor de los dioses, realizando hermosos sacrificios según la costumbre, suele invocar a Hécate.
Mucha honra acompaña a aquel cuyas súplicas acepta benévola la diosa, y le otorga, además, felicidad, puesto que tiene capacidad para ello”
Un poco más adelante, Hesíodo describe sus atributos:
“En el juicio se sienta junto a los venerables reyes y en el ágora hace sobresalir al que quiere; cuando para la destructora guerra se preparan los hombres, entonces la diosa asiste a los que desea otorgar la victoria y concederles la gloria. Asimismo, es útil cuando los hombres compiten en un certamen, pues también la diosa les asiste y ayuda y, al vencer en fuerza y capacidad, un hermoso premio con facilidad y alegría se lleva y sus padres da gloria. Es capaz de asistir a los jinetes que quiere, y a los que trabajan en el tempestuoso mar y suplican a Hécate y al retumbante Enosigeo, fácilmente abundante botín les concede la ilustre diosa y con facilidad se lo quita, cuando parece seguro, cuando así lo desea en su ánimo. Con la ayuda de Hermes tiene la posibilidad de aumentar los rebaños de cabras, majadas de ovejas de espeso vellón, si así lo quiere en su ánimo, a partir de pocos, los hace prosperar y de muchos, disminuir”
Finalmente, Hesíodo finaliza su discurso así:
“El Cronida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron con sus ojos la luz de Eos que a muchos alumbra. Así desde el comienzo, es criadora de jóvenes y estas son sus esferas de actuación”
La semblanza que obtenemos de la lectura del Himno a Hécate nos recuerda a la ideología triunfal y jerarquizada; un poder religioso-político, un poder militar y un poder vinculado con la fertilidad-fecundidad, que son precisamente las esferas de acción de Hesíodo que destaca de la diosa. Tenemos como resultado a una diosa que asiste los juicios, que atiende las suplicas de los seres humanos, que cría jóvenes, que fomenta la fecundidad de los ganados y que incluso, asiste a los combatientes en la guerra para otorgarles el agon: la gloria.
Así, entre alabanzas de Hesíodo encontramos una sombra: la diosa puede premiar con facilidad, pero también quitar lo otorgado, si así lo dicta su ánimo. Asoma aquí una de esas contradicciones a las que hacíamos referencia. Es necesario seguir investigando para determinar el motivo de este punto de inflexión, si es que hubo realmente.
En el Himno homérico a Deméter, Hécate aparece como la única que oyó los lamentos de Perséfone al ser raptada por Hades para ser conducida al infierno en su carro:
“Ninguno de los inmortales ni de los hombres mortales oyó su voz, ni siquiera los olivos de hermosos frutos. Sólo la hija de Perses, la de ingenuos sentimientos, la oyó desde su antro: Hécate, la de brillante tocado (y asimismo el soberano Sol, el ilustre hijo de Hiperión), cuando la muchacha invocaba a su padre, el Cronida”
Poco después, sale al paso de Demeter, mientras buscaba desesperada a su hija, alumbrada por antorchas para decirle que escucho los gritos de la joven, pero no vio a quien la secuestraba. En la última referencia que encontramos en esta obra, Hécate aparece estrechamente vinculada a Perséfone, con la que compartía “alegrías”, se la menciona como la de “brillante tocado” y nos dice que la sobera “la precede y la sigue”.
Vemos, por tanto, una dimensión diferente, que no aparece explícitamente en Hesíodo, pero que va a ser una constante en los relatos posteriores: Hécate como moradora del Hades, territorio en el que se guía iluminándose por antorchas, es portadora de la luz en las tinieblas y de la revelación, no en vano, es la única que, según el relato, ha sido testigo de lo acontecido y así se lo cuenta a Deméter. Su gran amistad con Perséfone, con la que teje estrechos lazos, nos muestra un cariz ctónico, que comienza a vincular a Hécate con el inframundo, de donde puede salir y entrar a voluntad, pues no deja de ser la “portadora de antorchas”.
Otras referencias tardías, son parte de los Oráculos Caldeos de los papiros mágicos, los cuales presentan a Hécate como ama y soberana del mundo, madre fecunda.
La doctrina caldea sitúa en la cima de la realidad al Padre, esencialmente incognoscible, enclaustrado en su intrínseca naturaleza, extiende desde su mismidad irrevelable la potencia o posibilidad total indistinta que puede manifestarse intelectualmente. El seno del Padre, inmóvil, silencioso, da nacimiento a un vástago de su misma naturaleza, que es el intelecto o el Nous paterno, la totalidad intelectual. Este intelecto se mira así mismo, pero también tiene capacidad activa, en este sentido es agente. El intelecto agente tiene el mundo como sujeto de producción, pero lo que despliega es un cosmos viviente como un arquetipo cósmico inmutable que, morando en la fuente de la vida total (Hécate), es puesto en movimiento por el “más allá dualmente”, que conoce y actúa externamente. La tierra es el centro geométrico del universo de siete esferas omphalos del sistema, y el sol centro orgánico o vital, su corazón. En este contexto, la figura de Hécate, el Alma del Universo o Magna Mater, es fundamental por ser intermediaria entre lo soberanamente trascendente y el cosmos, ocupa la región hipercósmica, que esta sobre el mundo. Hécate es fuente de vitalidad, como madre virginal, aunque carece de órganos generativos. De su seno proviene toda la existencia hipercósmica y cósmica, en su seno materno se concibe el fuego del hápax epékeina, que ejecuta lo que el primero contempla.
El esquema metafísico de los oráculos caldeos comienza con una deidad absolutamente trascendente llamada Padre, con quien reside el poder, un principio productivo del cual parece que procede el intelecto. Este intelecto tiene una doble función: contemplar las formas del reino puramente intelectual del Padre, y elaborar y gobernar el reino material. En esta última capacidad, el Intelecto es Demiurgo
Los oráculos plantean además una barrera entre el reino intelectual y el material, personificado como Hécate . En la capacidad de barrera, o más apropiadamente “membrana”, Hécate separa los dos ‘fuegos’, es decir, el fuego puramente intelectual del Padre, y el fuego material del cual se crea el cosmos, y media toda influencia divina sobre el reino inferior.
De Hécate se deriva el Alma del Mundo, que a su vez emana la Naturaleza, el gobernador del reino sublunar. De la Naturaleza se deriva el Destino, que es capaz de esclavizar la parte inferior del alma humana. El objetivo de la existencia es purificar el alma inferior de todo contacto con la Naturaleza y el Destino al vivir una vida de austeridad y contemplación. La salvación se logra mediante un ascenso a través de las esferas planetarias, durante las cuales el alma desecha los diversos aspectos de su alma inferior, y se convierte en puro intelecto.
De aquí surge la representación de strophalos, generalmente traducido como trompo o rueda, usado en magia Es un círculo que encierra un laberinto serpentino con tres pestañas principales, que a su vez se encuentra a alrededor de un espiral de fuego central.
Debajo del mundo de la Tríada Inteligible del Padre, la Magna Mater o Hécate, y el Intelecto, se encuentran los tres mundos descendentes Empíreo, Etéreo y Elemental. Un Segundo Intelecto Demiúrgico representa el poder divino en el Mundo Empíreo, un Tercer Intelecto representa el poder divino en el Mundo Etéreo. Y un Mundo Elemental está gobernado por Hypezokos o Flor de Fuego.
Seguimos encontrando testimonios referidos a Hécate, pero a medida que cosechamos más información, la ambigüedad sobre su carácter se incrementa. La diosa de los caminos aparece referida en dos de sus obras, Argonáuticas e Himnos órficos. En la primera de ellas explica que:
“En un principio a la fatal necesidad de antiguo Caos y a Crono, que engendró en sus enormes surcos a Éter y al Amor, de dual naturaleza, visible, por doquier e ilustre, famoso padre de la Noche eterna, a quien, como es sabido, los mortales más recientes llaman Fanetes, porque fue el primero que apareció; y la raza de la poderosa Brimo y las obras destructoras de los Hijos de la Tierra, que, desde lo alto del cielo, destilaron la semilla funesta de la generación, de donde surgió el primitivo linaje de mortales, que sin cesar se encuentran sobre la tierra infinita”.
En este pasaje, Hécate aparece como Brimo, apelativo que, también nos encontramos en las Argonáuticas de Apolonio y se repite en el Protéptico de Clemente de Alejandría, relacionándola con la cría de jóvenes. Se vincula con la “semilla funesta de la generación”, que hace referencia a su relación con la cría de jóvenes. En relación con este apelativo, Hard afirma que este apelativo tiene su origen en el Escolio a Licurgo, en que se explica cómo Hermes trató de raptar a Hécate y esta grito de furia hasta que el dios desistió de sus intenciones. Con este apelativo ha sido vinculada también por Baring y Cashford con los misterios de Eleusis.
En este otro fragmento de Argonáuticas, Porfirio (Porphyrius Tyrius) la describe con forma monstruosa:
“Con ella venia la hija del Tártaro, Hécate, de formas cambiantes, tricéfala, prodigio funesto de ver, indestructible, de su hombro izquierdo salía un caballo de larga crin y, a su derecha se podía contemplar una perra de mirada furiosa; en medio, una figura de aspecto salvaje sostenía en ambas manos unas espadas provistas de empuñadura. De un lado a otro, en torno al hoyo, se movían en círculo Pandora y Hécate; las acompañaban apretujándose las vengadoras”
El Himno órfico a Hécate es otra de las obras de Porfirio en la que encontramos referencias a Hécate:
“Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctambula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre”
Este himno resulta de gran relevancia por su carácter sintético, ya que en pocas palabras resume los atributos que se le han ido atribuyendo en diferentes fuentes.
Todo lo misterioso y fantasmático está relacionado con ella. Es la que preside ciertas formas de magia y adivinación. Los encantamientos mágicos y todas las apariciones y visiones agradables y desagradables ya sean conscientes o a través de los sueños se le atribuyen a Ella. Es protectora de los que litigan ante los tribunales, de los atletas y de los políticos. Protectora y nodriza también de los jóvenes. Ella es simultáneamente el final y el principio, nuestra alfa y omega de la brujería.
Hécate es misteriosa y severa. Su rostro está oculto detrás de sus antorchas, o en el lado oscuro de la luna, sin embargo, su presencia es constante. Ella es vida, muerte y renacimiento. Ella es a la vez mágica clara y oscura. Era querida en su asociación con los ritos de iniciación como el parto, y temida en su papel de Reina de las Sombras, presente en el último rito de iniciación, la muerte. Su naturaleza ha impregnado toda mi serie de una manera tan profunda e indescriptible.