Introducción a la edición de 2011 del Libro del placer (Amor propio) La psicología del éxtasis, de Austin Osman Spare, por Alan Moore.
En julio de 1909, AUSTIN OSMAN SPARE tenía 22 años. Sorprendentemente hermoso y tranquilo, para entonces estaba bien versado en el ocultismo y el arte, solo a pocos años de darles la espalda a las relucientes irrelevancias de salones o galerías para exponer más tarde su obra, casi exclusivamente, en los salones de la parte de atrás de los bares de Brixton. Meses antes había empezado a escribir lo que iba a ser su obra maestra, “El libro del placer”, y hacía poco que el notorio Aleister Crowley se había reunido con él. Crowley, que había fundado su Argenteum Astrum con la publicación de The Equinox ese mismo año, persuadió a Spare para que se uniese a su incipiente orden junto con otras luminarias como Charles Stansfeld Jones y Victor Neuberg. A pesar de ser el estudiante favorito de Crowley, la participación de Spare en la orden se suspendió justo después de completar tan solo dos ilustraciones para la revista insignia. Aunque Crowley lo tomó como un indicativo de que el artista carecía de la disciplina o la comprensión necesarias, parece más probable que sucediese lo contrario. Habiendo emprendido hacía poco la obra que supuestamente Sigmund Freud llamaría “una de las revelaciones más significativas sobre los mecanismos subconscientes que han aparecido en los últimos tiempos”, es muy posible que Spare participara en The Equinox como una forma de distraerse de su verdadera disciplina, que perseguía con férrea auto-determinación. Y lejos de ser incapaz de comprender las teorías de la Gran Bestia acerca de la magia, también es probable que Spare hubiese entendido las hipótesis de Crowley, y en su mayor parte, las hubiese rechazado por completo.
Leyendo “El libro del placer”, es posible darse cuenta de cómo Spare usó su mínima afiliación con una hermandad mágica y el eventual rechazo de sus valores como herramienta, como un medio para afinar su propia filosofía en pleno desarrollo sobre la magia definiendo lo que no era. Aquí y allá, a lo largo del texto, se pueden encontrar cáusticas críticas sobre las fraternidades ocultas y su elaborado y teatral acercamiento a la magia; Spare se dio cuenta de que todas las túnicas y rituales eran un impedimento para comprometerse realmente con la inexpresable simplicidad de ‘Kia’, su concepción de una Fuerza absolutamente libre, no constreñida por atributos o cualidades; una sensación ambiental y universal del yo que lo impregna todo y, por lo tanto, representa la realidad última. La cosmovisión mágica de Spare, que enfatizaba el agotamiento de los procesos mentales ordinarios, y se basaba en el olvido y no en el aprendizaje, fue precisamente la antítesis de la erudición a base de referencias cruzadas que se puede encontrar en el “777” de Crowley.
De hecho, dado que el El libro del Placer parece un manifiesto, creo que es interesante estudiarlo en paralelo con el mencionado más a menudo Libro de la Ley, transmitido a Crowley durante su Luna de Miel en El Cairo cinco años antes. Ambos libros son las bases fundamentales sobre las cuales los dos practicantes de la magia más importantes de los tiempos modernos basan sus dos filosofías muy diferenciadas entre sí posteriores. En Liber Al vel Legis encontramos escalofriantes imprecaciones que reconocemos como la ley del nuevo Aeón, mientras que en The Book of Pleasure solo hay exhortaciones para alcanzar una especie de ilegalidad trascendental. A pesar de su salvaje disparidad, los estilos prosísticos de ambos libros también piden comparación. El trabajo de Crowley, declamado en una sonora y apocalíptica tonalidad que parecía canalizar el golpeteo de sacristía del padre Plymouth Brethren así como a Babalon o Aiwass, contrasta con los primeros enigmáticos giros y retruécanos del mucho más fluido lenguaje de Spare. Aun así, los dos volúmenes tienen en común la sensación de escritura automática que los rodea, aunque en cualquier punto, sus posibilidades son expresadas de forma diferente y mediante diferentes significados.
Por supuesto, Liber Al se define como una obra de canalización y arrastra su propio equipaje mitológico: la novia en trance dirige a Crowley a su cita de la una con el numinoso; la voz musical y tierna de Aiwass enunciada desde su hombro izquierdo. Por otra parte, Spare no sugiere en ninguna parte de El libro del placer que la obra sea una derivación automática (y mucho menos algo que le haya sido comunicado por una fuente superior), y sin embargo, lo evidente de tal derivación parece encontrarse en el poco ortodoxo vocabulario, y en la aproximación a la gramática, por no hablar de la extravagante rítmica de las propias oraciones. Estas, con su urgencia abreviada y su amplio despliegue de interrogantes ambiguos que irónicamente pueden invertir el significado de las palabras que los preceden, se asemejan a la cascada inédita de ideas anotadas que se pueden encontrar en el ímpetu absoluto ofrecido por la alteración de la conciencia. Alternativamente, también parece un producto de ese estado que a veces alcanzan los escritores mediante el que parecen intentar plasmar en su obra algún rincón de su psique del cual no estaban al tanto previamente: ideas y asociaciones que antes eran inasibles se empiezan a verter en la página desde la nada, sin la intervención de una mente consciente. En cualquier caso, se puede ver una versión implícita del automatismo subconsciente. Sin embargo, a diferencia de Crowley, Spare no intenta validar el proceso atribuyéndoselo a un organismo más allá de sí mismo, como si no concibiese un poder mayor que él mismo en su uso expandido y transpersonal de la palabra “Yo”. Exultantemente humano, Spare no invoca al sobrehumano como fuente de su autoridad, ni como escritor ni como artista. Más bien, agotando el intelecto y renunciando a todo control consciente, busca la comunión con la sabiduría de sus células, el conocimiento ilimitado e innato de su propio cuerpo animal, su sublime humanidad.
Es un hecho que se percibe tanto en los textos de “The Book of Pleasure” como en el contenido pictórico de la obra. Parecería que los procesos artísticos de Spare se hubiesen basado en el trazo desgobernado y libre que serpentea por territorios inexplorados e inimaginables, sin tan siquiera un capricho ocioso que los guíe, sea una frase en prosa o de lápiz. Tan fácilmente como se puede ver en sus ilustraciones, en la retórica de El libro del Placer vemos cómo Spare intenta aleja su personalidad humana para permitir que hable algo más grande. Irónicamente, tal vez como resultado de esto, El libro del placer posee la sonoridad de una transmisión auténticamente divina, mientras que las atronadoras entidades que hacen retumbar sus doctrinas en las páginas de El libro de la Ley parecen compartir el núcleo de personalidad de su autor, su tendencia a la estridencia o la megalomanía, e incluso su ligera y afinada voz: “No es una voz grave, quizá sea de rico tenor o barítono”.
El libro de Spare habla sobre el placer. Habla sobre la alegría y los logros que son el derecho natural de cualquier alma que no lleve a cuestas las arquitecturas intelectuales impresas del mundo y sus emotivas ataduras. En un lenguaje tan directo y lúcido como lo permite su inefable temática, Spare documenta los medios por los cuales cualquier persona puede acometer dicha liberación, sin recurrir a trampas ritualísticas ni a los privilegios de una educación privada. Habla sobre una magia que es más placentero llevar a cabo vestido con tus terceros mejores pantalones que con una vestimenta seudo-rosacruciana; las hechicerías son más fáciles en la mesa de la cocina, embadurnado por el persistente olor del bacon frito, que en los altares decorados impregnados de incienso o jazmín. Spare solo busca la liberación de sus lectores, guiarlos hacia la iluminación de la misma forma que aquellas culturas que insisten en que lo sabemos todo desde el nacimiento, pero que hemos olvidado lo que conocemos, y que la iluminación se considera “la pérdida del olvido”.
Una vez proporcionada a sus lectores esta clave para secundar su propia libertad, Spare no tiene otra doctrina más que impartir, ningún deseo aparente de esclavizarlos cruelmente con las ataduras de su propia ideología, ligaduras de creencia que son el sello distintivo del primo etimológicamente cercano de las ligaduras, la religión. Por el contrario, el libro de Crowley es un libro de leyes y severas advertencias, emitido en un aullido de banshee gélidamente hermoso pero intrínsecamente inhumano. Sus aspiraciones de alcanzar el estado de religión parecen absolutamente obvias, aun cuando sus instrucciones y su contenido real también parecen cada vez más ambiguos, si no opacos. El opus de Spare, que no engendró el culto literal conseguido por Crowley, ni tampoco lo buscó nunca, es en comparación, a pesar de su legendaria impenetrabilidad, un modelo tanto de pragmatismo como de expresión cristalina. Aunque con frecuencia las frases construidas instintivamente por Spare derivan hacia una oscuridad no intencionada, puede que se deba a que el concepto del que desea informarnos desafía toda descripción: el fenómeno de Kia, que el autor ya nos alerta que se vuelve más inescrutable cuanto más se describe y puede ocultarse tras el lenguaje con el que intentamos desvelarlo. Esto recuerda a la afirmación taoísta de que el Tao que se puede nombrar no es el verdadero Tao, al igual que Kia sugiere el taoísta “Chi”. Las ingeniosas circunlocuciones de Spare, que refieren el esquivo concepto sin fosilizarlo como si fuese un saber popular, también parecen predecir la mentalidad de los teóricos cuánticos que dejarían su huella en la ciencia una década después de los escritos del artista de Brixton. La concepción sobre la incertidumbre de Werner Heisenberg, que sostiene que no podemos observar los fenómenos cuánticos sin afectarlos, sin hacer que colapsen desde una superposición de potencialidad hacia un estado sin ambigüedades, parecería particularmente relevante. Incluso en la técnica utilizada por Spare para alcanzar dicho estado, la aniquilación mutua de la voluntad y el deseo de crear el vacío centelleante en el que la magia puede tener lugar espontáneamente, también se puede ver un paralelismo de todos los colisionadores de partículas y los ciclotrones de los físicos nucleares. Las vaporosas e ininterrumpidas frases en espiral del artista que se van desvaneciendo recuerdan a los encantadores y fugaces escombros de un rompe-átomos.
El libro del placer posee una perspectiva tan diferente del diagrama bíblico de Crowley para un nuevo eón que casi es su antítesis exacta, y en él se puede intuir una historia alternativa del ocultismo inglés del siglo XX, tal vez una forma más viable de cómo podrían haberse desarrollado las cosas. El énfasis de Spare en la liberación de la persona, sin gravámenes de anteriores eruditos, habría requerido sorprendentes cambios en el paisaje del ocultismo, evitando cualquier necesidad de enfrentamiento entre fraternidades mágicas o dudosas jerarquías.
La mentalidad recomendada por Spare es de tanta utilidad para los artistas en ciernes como para los magos nacientes, enfatizando especialmente que simplemente hay que intentar salirse del camino para que el arte o la magia puedan fluir a través de uno mismo, sin impedimentos, a partir de su fuente sagrada y misteriosa. Con este desenfoque deliberado de una espuria línea divisoria entre arte y magia, que se puede reconocer tanto en los escritos de Spare como a lo largo de su vida, parece muy probable que la cultura del ocultismo que podría haber surgido a partir de El Libro del Placer hubiese tenido al menos un mobiliario mucho más bonito del que se ha derivado de la obra maestra de Crowley. Es posible que no solo fuese la insatisfacción que sentía Spare con las ideologías contenidas en The Equinox lo que lo llevó a partir después de colaborar con unas simples ilustraciones de acompañamiento, sino la sensación de que podía editar una publicación ocultista propia que poseyera un significado superior. Si bien The Equinox es sin lugar a dudas una mina en cuanto a erudición e importante información ocultista, cualquiera que esté familiarizado con el “Form” de Spare o su exquisito “Golden Hind” (el volumen uno de “Form” fue co-editado con Frederick Carter, el volumen dos con el súper vagabundo WH Davies, y “Golden Hind” con el ubicuo Clifford Bax) se puede imaginar con nostalgia lo que podría haber sido un paisaje de lo oculto completamente gobernado por sus sensibilidades.
Es probable que este extraordinario y visionario texto sea el documento mágico más puro y significativo aparecido durante el siglo XX. Sus abundantes ilustraciones y dibujos, lejos de ser equidistantes de la narrativa, reflejan precisamente las procesiones de la conciencia que el autor está describiendo verbalmente, con sus entidades progresivamente desentrañadas que representan vestigios de la personalidad y la conciencia que parecen fundirse en su ascenso hacia la felicidad sin forma. El placer del que habla el título no es la satisfacción del archivista por la sabiduría acumulada, sino el éxtasis del artista o mago por dejarlo todo, ceder el control y delegar en un ser universal, un organismo superior. Es el acto de una unión reproductora con un “Yo” atmosférico que se encuentra por todas partes y que es descrito como amor propio, con todos los glifos en forma de la palma de la mano que sugieren una utilidad completamente física. El Libro del Placer es un testimonio de la alegría que podemos sentir abandonando por completo todas las ambiciones y consideraciones personales, agotando nuestros apegos mediante el uso de la fórmula ‘Ninguno de los dos’ que establece que tales asuntos no necesitan existir o que no importan; entregando el espejismo de la individualidad de uno mismo y volviendo a conectar con un universo sensible que es la fuente de toda la creación y de toda inspiración.
¿Es una ingenuidad expresar la esperanza de que, al acercarnos al centenario de la creación de esta asombrosa obra, sus ideas empoderadoras y emancipadoras podrían finalmente recibir el escrutinio y la apreciación que se merecen? La cultura mágica para individuos iluminados y expresivos implícita en El Libro del Placer aún es nuestra para utilizarla y empezar a construir, si es que tenemos el suficiente impulso. Tal y como lo demuestra una cuidadosa lectura de estas páginas, nuestra comunidad mágica, poco convincente e inconexa, y nuestra sociedad en general, podrían beneficiarse enormemente absorbiendo el Alma del sur de Londres de Spare. Es imposible recomendar más este trabajo, así que seguid leyendo. Compláceos por vuestra propia cuenta.
Alan Moore
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