Cuando un aprendíz de mago da sus primeros pasos es bastante común que intente el trabajo con divinidades. Al respecto, es útil volver a revisar los conceptos de invocación y evocación, puesto que son estas, quizás, la manera más común de tomar contacto con ellas.
Invocar (del latín “invocare”, llamar, demandar) consiste en traer a nuestro interior a algo o alguien, ya sea una energía o una entidad. Por medio de la invocación hacemos que un ser o arquetipo -en este caso- se manifieste dentro de nosotros. De este modo, la entidad llamada y alojada hará aflorar sus cualidades que, mientras dure el proceso, serán las nuestras. Hay que entender que nos ofrecemos voluntariamente como receptáculo de una entidad (si es ficticia o no lo es no tiene mayor importancia para los fines de nuestro trabajo mágico) por lo que debemos estar bastante seguros de lo que estamos haciendo. Por lo general, la posesión posterior al proceso de invocar no dura mucho tiempo, pero como toda regla, esta tiene interesantes excepciones. Al ser despedidos, la mayoría de los entes con quienes se ha trabajado partirán gustosos y satisfechos, pero existen algunos, como ciertos demonios, que no desean perder la posibilidad de volver a experimentar la realidad a través de un cuerpo humano provisto de cinco sentidos. Esto es material de otro texto, quizás, en todo caso no me detendré aquí más que para hacer las advertencias de rigor: “niños, no jueguen con Magia!”.
Evocar (del latín “evocare”, convocar, llamar, hacer presente) es similar, pero con la diferencia de que el ser o arquetipo es llamado ante nuestra presencia, frente a nosotros. La sutil diferencia se nota en los prefijos “in” (dentro) y “e” (de “ex” separado, inverso, opuesto, etc.). El trabajo ritual, en el cual se solicita la presencia de una divinidad, por ejemplo, es de tipo evocativo. La entidad es externa a nosotros y podemos tener acceso a ella de modo intuitivo o por medio de algún sentido.
Para el trabajo que nos ocupa usaremos la invocación, puntualmente de Afrodita.
Afrodita es la diosa griega de la belleza, el amor y la sensualidad. Cuando su culto se fusionó con el de Venus, por presentar ésta características similares, surgió la figura de Afrodita Hetaira, más inclinada hacia el libertinaje, ante quien no existía varón capaz de resistirse. Precisamente, son estas las características que buscamos para este trabajo mágico: a través de la internalización del arquetipo, permitir que nuestra belleza y sensualidad afloren, con el objeto de realizar una conquista amorosa. Para el caso no interesa si realmente poseemos gran belleza y atractivo; lo que lograremos es hacer fluir naturalmente nuestros encantos y volvernos irresistibles. Puede usarse este ritual cuando estemos por tener una cita, o simplemente si lo que deseamos es conseguir una, o para atraer a alguien en particular (en este último caso, hay que recordar que no podremos limitar el atractivo hacia una sola persona del sexo opuesto, sino que muchas personas se sentirán atraídos hacia nosotros, algo que quizás resulte un poco agotador, aunque sin dudas muy disfrutable).
Antes: Preparando el ritual
Las características de esta diosa son las que aprovecharemos para buscar elementos afines. Debido a que, según se dice, nació del semen de Urano en la espuma del mar y se la suele representar de pie sobre una concha marina, buscaremos caracoles y conchas para decorar nuestro espacio ritual; podemos hacer un círculo con ellas para sentarnos dentro. Serán bienvenidas algunas flores asociadas al romance, como las rosas rojas y tal vez algunas gardenias o jazmines, cuyo perfume dará también un marco muy propicio. Velas votivas rojas, si es posible; estas son velas más gruesas, de larga duración, que también ayudan a crear ambiente. Necesitaremos un cuenco de cristal con agua (para recordar el nacimiento de la diosa) y en él dejaremos caer algunos pétalos de las flores. Todo esto servirá también como ofrenda, aunque la verdadera será el espacio de expresión de la diosa, con el placer implícito que ello conlleva cuando se haga presente en nosotros y pueda disfrutar a través de nuestro cuerpo.
Además de lo anterior, necesitamos un espejo de mano.
Es aconsejable realizar el ritual al aire libre, de noche. Pero como siempre, se puede adaptar. Si la magia no puede prestarse a nuestros fines, no sirve. Es por ello que si deseamos hacer este ritual durante el día no habrá ningún inconveniente.
Todos los materiales usados serán dejados como ofrenda, pero una vez se advierta la presencia de la diosa en nosotros, se deben apagar las velas.
Durante: invocación
Nos sentamos, cerramos los ojos y respiramos de manera pausada. Comenzamos a llamar a la diosa:
“Afrodita, ven. Ven a mí, ven, ven a mí.
Tómame, toma mi cuerpo, ven a mí,
quédate en mí y exprésate.
Se lo que soy y déjame ser lo que eres”.
Podemos canturrear esto, podemos susurrarlo. Quizás nos lleve un buen rato. Cada tanto, necesitamos mirarnos al espejo, ya que el primer signo de que las cosas están funcionando será un sutil cambio en nuestros ojos, especialmente en la mirada. Repetiremos esto hasta que sintamos que hay una conexión, que el arquetipo de la diosa se ha manifestado en nosotros. Y aquí deseo detenerme:
No nos confundamos; no sentiremos una viento que nos sacude, ni voces en nuestra mente, ni un cambio en nuestro cuerpo, ni electricidad o algún tipo de superpoder. Tampoco perderemos nuestro yo conocido, ni seremos impulsados a actuar de una manera contraria a nuestros deseos y valores; no podrá esgrimirse el argumento de haber realizado este ritual para justificar cualquier exceso sexual que cometamos. Siempre estaremos al mando, siempre tendremos el control. Pero nos sentiremos diferentes. Desenvueltos, sensuales, abiertos, un tanto desinhibidos. El único cambio perceptible al ojo humano será la mirada. Más adelante notaremos que actuamos diferente, haciendo ciertas cosas o propiciando situaciones que antes quizás no nos habríamos atrevido, o que jamás se nos habrían ocurrido. Nuestro repertorio de actos para momentos eróticos o románticos se incrementará desde el principio. El hecho es que los demás nos percibirán distintos.
Se sugiere que no se pierda de vista la transformación sucedida, estando todo el tiempo conscientes de lo que nos ocurre; de ese modo, podremos advertir cuándo se pierde la conexión. Es posible que esto suceda progresivamente, de manera que la transición a ser lisa y llanamente lo que éramos, será suave y tenue. Pero mientras, tendremos oportunidad de experimentar una serie de sensaciones quizás nuevas y emocionantes, que hacen que este trabajo valga la pena.
Después: Destierro
Se recomienda, como con cualquier trabajo mágico, concluir desterrando una vez finalizada la cita o cuando debamos enfocarnos en otro tipo de actividades, incluso si ya no sentimos la presencia del arquetipo. Para evitar la obsesión, se sugiere que los trabajos de este estilo se alternen con otros y se hagan de manera esporádica.