LV. A AFRODITA
Celestial y por muchos himnos celebrada,
sonriente Afrodita, nacida de la espuma marina,
diosa engendradora y veneranda amante de la noche;
emparejadora de enamorados nocturnos,
madre de la Necesidad,
tejedora de engaños.
Pues todo parte de ti,
y pusiste bajo tu dependencia el orden universal;
ejerces tu poder sobre las tres partes y engendras todo cuanto existe en el cielo,
en la fértil tierra y en las profundidades del mar ,
venerable compañera de Baco.
Que se complace en las festividades,
propiciadora de las bodas, madre de los Amores,
Persuasión que se complace en el lecho,
arcana, dispensadora de gracia, visible e invisible, de hermosas trenzas,
hija de ilustre padre.
Comensal nupcial de los dioses,
soberana, loba, prolífica, apasionada por los hombres,
muy ansiada, vivificadora,
que enlazas a los mortales por necesidades que no admiten freno y a muchos pueblos los cautivas por la desenfrenada fuerza de la pasión amorosa.
Ven, pues, divino retoño nacido en Chipre,
ya estés en el Olimpo, soberana diosa,
gozosa con tu bello rostro,
ya te muevas también por el suelo de Siria, rica en incienso,
ya en las llanuras, con tus áureos carros,
ocupes las fructíferas aguas del sagrado Egipto,
ya, igualmente, en tu carro de cisnes, al ponto agitado te encamines y te alegres con las evoluciones circulares de los seres marinos,
o bien te deleites con las ninfas de azulado rostro en la divina tierra,
a lo largo de la arenosa orilla del mar entre ligeros saltos,
o bien te encuentres, soberana, en Chipre, tu sustento,
donde las hermosas doncellas célibes y las ninfas te celebran a lo largo de todo el año, a ti, bienaventurada, y al inmortal y casto Adonis.
Ven, afortunada diosa de figura tan encantadora,
pues te invoco con ánimo puro y piadosas palabras.