El capitalismo y el patriarcado condenan a las mujeres
El 1 de marzo de 1692 se iniciaron los trágicos juicios a las mujeres acusadas de brujería en un poblado de Nueva Inglaterra. Sin ninguna prueba, con testimonios arrancados bajo tortura, fueron condenadas cerca de 200 personas y 20 murieron ahorcadas.
La ciudad de Salem era una colonia británica en el territorio norteamericano que más tarde será bautizado Massachusetts. Desde marzo hasta el 22 de septiembre de 1692 se irán sucediendo una serie de juicios donde condenarán a cientos de personas acusadas de practicar brujerías o de relacionarse con quienes lo hacían. Los procesos arrancan cuando dos niñas empiezan a tener comportamientos extraños y confiesan haber sido poseídas por el demonio; pero de fondo lo que había eran intereses contrapuestos entre acusadores y acusados. Si bien el proceso dura hasta el año siguiente, los últimos asesinatos se darán el 22 de septiembre y se presentarán como casos ejemplificadores para quienes se atrevan a cuestionar el orden social y religioso en la sociedad de esa época.
La persecución y la caza de brujas fue en ese momento histórico un método de control social utilizados por los Estados en directa relación con la iglesia, que había hecho de la Inquisición, la institución mas eficaz para combatir lo que consideraban herejías en varios países de Europa.
La quema de brujas en Europa y América
Los primeros casos de caza de brujas datan de 1450 en Europa, ya finalizando la Edad Media. Sus víctimas fueron mayoritariamente mujeres y han sido poco estudiados por los historiadores. Según la historiadora Silvia Federici en “Calibán y la bruja”, estos sucesos que se dieron en forma contemporánea al exterminio de las poblaciones de América, los cercamientos ingleses, el comienzo de la trata de esclavos, la promulgación de leyes sangrientas contra los vagabundos y mendigos, alcanzaron el punto culminante en el interregno de la transición entre el fin del feudalismo y el despegue capitalista “cuando los campesinos de Europa alcanzaron el punto máximo de su poder, al tiempo que sufrieron su mayor derrota histórica”.
Tomando desde la fecha indicada hasta 1750, que son los últimos que se registran, se calcula que fueron quemadas cientos de miles de mujeres acusadas de brujerías. Esta matanza de mujeres tuvo un gran impacto en el desarrollo de países como Francia, Alemania, Suiza, Inglaterra, España e Italia, que empezaban a conformarse como Estados nacionales modernos.
Un caso muy famoso fue el de Juana de Arco en Francia, que luego de ser heroína en muchas batallas guerreras, fue capturada y juzgada por “bruja”.
¿Cuáles eran los motivos por los que se acusaba de brujería a las mujeres de esa época histórica?
En esto, tantos las naciones católicas que ejercieron una gran influencia en toda la Edad Media, como las protestantes (que empiezan a adquirir influencia a mediados del siglo XVI), enfrentadas por intereses económicos y políticos, se unieron para perseguir a las mujeres consideradas brujas. A pesar de que no se cuentan con los testimonios de las víctimas de la época, porque los juicios casi nunca eran registrados, se sabe que las acusadas eran mujeres rebeldes que cuestionaban las costumbres de la época, discutían y vivían libremente su sexualidad, fuera de los vínculos del matrimonio y su reproducción.
Como señala Federici, “la caza de brujas fue, por lo tanto, una guerra contra las mujeres; fue intento coordinado de degradarlas, demonizarlas y destruir su poder social. Al mismo tiempo, fue precisamente en las cámaras de tortura y en las hogueras en las que murieron las brujas donde se forjaron los ideales burgueses de feminidad y domesticidad”. Si Federico Engels señaló que la composición de la familiar nuclear en las sociedades donde hicieron su aparición el Estado y la propiedad privada, fue la “derrota histórica del sexo femenino a nivel mundial”, se podría decir que la caza y quema de brujas fue otra gran derrota para las mujeres, que se potenció hasta niveles insoportables en el capitalismo.
Los Juicios de Salem y los móviles que los animaron
Después de lo que decimos sobre las mujeres y la caza de brujas ¿se puede considerar a los juicios de Salem como simples acusaciones a “brujas” que buscaban el mal en sus víctimas? Algunos de los acusadores, como es el caso de la familia Putnam, querían crear una nueva iglesia en el pueblo y muchos aldeanos se opusieron, porque de esa forma deberían pagar más impuestos. Casualmente los Putnam fueron los principales instigadores de las acusaciones de brujería. Los que se negaron a declarar en los juicios fueron torturados y murieron apedreados. Las infundadas acusaciones, por el hecho de que eran imposibles probarlas, implicaban que pudiera ser castigada cualquier tipo de protesta de la época, con el fin de generar sospecha sobre cualquier crítica a aspectos de la vida cotidiana.
Los procesos de Salem en particular y la caza de brujas en general han sido utilizados para acallar cualquier voz de protesta, de rebeldía, de cuestionamiento hacia las injusticias de la sociedad, que tanto en la Edad Media como en la actualidad, tienen a las mujeres como las principales víctimas. Nuevamente Silvia Federici sostiene en su citado libro: “Lo que todavía no se ha reconocido es que la caza de brujas constituyera uno de los acontecimientos mas importantes del desarrollo de las sociedad capitalista y la formación del proletariado moderno.
El desencadenamiento de una campaña de terror contra las mujeres, no igualada por ninguna otra persecución, debilitó la capacidad de resistencia del campesinado europeo al ataque lanzado en su contra por la aristocracia terrateniente y el Estado; en una época, cabe recordar, en que la comunidad campesina comenzaba a desintegrarse bajo el impacto combinado de la privatización de la tierra, el aumento de los impuestos y la extensión del control estatal sobre todos los aspectos de la vida social”.
El capitalismo no hizo más que traer penurias a las mujeres de las clases populares. A la opresión que sobre ellas pesaba, se le sumaron nuevas formas de explotación: trabajo precario, doble jornada laboral en el trabajo y en la casa, menos salario por igual trabajo al que realizan los hombres, entre otras. Incorporó a las mujeres a la matriz productiva en condiciones de enorme precariedad, pero contradictoriamente, las reunió en espacios comunes donde a lo largo del último siglo las mujeres aprendieron a organizarse y fueron en muchas oportunidades vanguardia de lucha.
Esas experiencias son las que forjaron un grito esperanzador y plantaron banderas de lucha que hoy son recogidas por aquellas que se proponen subvertirlo todo y que exigen su “derecho al pan, pero también, a las rosas“.