Hathor es una de las principales diosas de la religión del Antiguo Egipto que desempeñaba una gran variedad de papeles. Como deidad del cielo, era la madre o consorte del dios celeste Horus y del dios solar Ra, ambos relacionados con la realeza, por lo que Hathor era la madre simbólica de sus representantes terrenales, los faraones.
Fue una de las muchas diosas que asumió el papel del Ojo de Ra, la contraparte femenina de Ra, y en esta forma tenía un carácter vengativo que lo protegía de sus enemigos. Su lado benefactor representaba la música, la danza, la alegría, el amor, la sexualidad y el cuidado materno, y actuaba como consorte de varias deidades masculinas y madre de sus hijos. Estos dos aspectos de la diosa ejemplificaban la concepción egipcia de la feminidad. Cruzó la frontera entre los mundos, ayudando a las almas fallecidas en su transición a la vida después de la muerte.
Con frecuencia era representada como una vaca, símbolo de su carácter maternal y celestial, aunque su forma más común era la de una mujer con un tocado de cuernos de vaca y un disco solar. También podría representarse como leona, ureo o sicomoro.
Hathor era la gran diosa del Cielo que los griegos identificaron con Afrodita. Hija de Ra, su nombre egipcio era Hut-Hor, que significa “la morada de Horus”, de quien era madre ya que el Sol se encerraba en su seno cada tarde para renacer al día siguiente.
Los textos hablan también de ella como la gran vaca celeste que había creado al Mundo y todo cuanto contiene, incluido el Sol. Por ello se la representaba en forma de vaca, su animal sagrado, bien con cuerpo de diosa y cabeza de vaca, o simplemente con cabeza humana adornada de cuernos y disco solar, también con orejas de vaca y grandes trenzas que encuadraban su rostro.
Protectora de las mujeres y de cuanto afectaba a su gracia y adornos, Hathor conoció y gozó de inmensa popularidad como diosa del amor y de la alegría. Se la proclamaba “dueña de la alegría, soberana de la danza, ama de la música, señora del canto, reina de los saltos y patrona del enlazamiento de de las guirnaldas”. Y su templo “mansión de la embriaguez y lugar de la vida agradable”. Benévola con los vivos, lo era aún más con los muertos. Con el nombre de “reina de Occidente”, era la protectora de las necrópolis.
También era llamada la “Dama del sicomoro”, porque escondida entre las hojas de este árbol, en los límites del desierto, salía para ofrecer a los muertos el agua y el pan de bienvenida. Se decía también que ella era la que sostenía la larga escalera por la cual los justificados podían subir al Cielo.
Se creía también en las siete Hathores, consideradas sus hijas o una manifestación de ella misma, cuyo papel era parecido al de las hadas de cuento pues, cuando nacía un niño, las siete Hathores iban a su lado y le anunciaban su destino.
El principal santuario dedicado a Hathor estaba en Dendera, donde era venerada como diosa del amor, la maternidad, la belleza juvenil, la alegría y el erotismo.
Fue diosa del nomo XXII del Alto Egipto, III del Bajo Egipto y de varios del Egipto Medio. El matrimonio Horus-Hathor era venerado en el Alto Egipto, sobre todo en la zona de Tebas, donde tenía lugar las fiestas anuales en honor a ambas deidades.
Hathor tuvo templos dedicados también en Abu Simbel –identificada con Nefertari–, File, Deir el-Medina, Deir el-Bahari, Serabit el-Jadim (Sinaí), Gebelein y otras ciudades denominadas Afroditópolis.