CULTO DE LOS ARBOLES
ESPÍRITUS ARBÓREOS
En la historia religiosa de la raza aria de Europa la adoración a los árboles ha jugado un papel importante. Nada puede ser más natural: en la aurora de la historia, Europa estaba cubierta de inmensas selvas vírgenes y en las que los escasos claros deberían parecer a modo de islas en un océano de verdor.
En una investigación que Grimm hizo de las denominaciones teutónicas de “templo”, deduce como probable que, entre los germanos, los más viejos santuarios fueron los bosques naturales. Sea como quiera, el culto del árbol está bien comprobado en todas las grandes familias europeas del tronco ario. Entre los celtas nos es familiar a todos el culto de los druidas al roble y su palabra antigua para “santuario” la creemos idéntica en origen y significado a la latina nemus, un bosque o boscaje abierto, que todavía sobrevive en el nombre de Nemi.
Entre los antiguos germanos fueron corrientes los bosques sagrados y el culto del árbol no está totalmente extinguido entre sus descendientes actuales. La severidad del culto en sus primeras épocas puede deducirse de las penas feroces que señalaban las antiguas leyes germánicas para el que se atrevía a descortezar un árbol vivo: cortaban el ombligo del culpable y lo clavaban a la parte del árbol que había sido mondada obligándole después a dar vueltas al tronco de modo que quedasen sus intestinos enrollados al árbol.
El hombre que subió a las ramas contesta desde allí en nombre del árbol que dará fruto y muy abundante. A pesar de lo rara que pueda parecemos esta horticultura, tiene su paralelo exacto en Europa. El día de Nochebuena, muchos campesinos eslavos del sur y búlgaros blanden terroríficamente un hacha contra el árbol frutal estéril, mientras otros hombres colocados ante-él interceden por el amenazado diciendo: “No le cortes; él querrá dar fruto”. Por tres veces el hacha corta el aire y por tres veces el golpe que amaga es evitado por la súplica de los intercesores.
Otras veces son las almas de los difuntos las que se cree animan a los árboles. En la Australia central, los de la tribu Dieri consideran muy sagrados ciertos árboles en los que suponen se han transformado sus padres; por esta creencia, hablan con reverencia de los árboles y tienen cuidados extremos para que no los corten o quemen.
En la mayoría, si no en la totalidad de estos casos, predomina la idea de estar el espíritu como incorporado al árbol: le anima y padecerá y morirá con él. Pero según otra opinión probablemente posterior, el árbol no es el cuerpo, sino la morada del espíritu arbóreo, que puede entrar y salir a su acomodo. En luna llena salen de su escondrijo los espíritus y vagabundean por los alrededores; tienen una cabeza enorme, brazos y piernas muy largos y un cuerpo pesado. Con el designio de propiciarse los espíritus arbóreos, la gente les ofrece alimentos, gallinas, cabras y cosas parecidas poniéndolos en los sitios que ellos creen que frecuentan.
PODER BENÉFICO DE LOS ESPÍRITUS DE LOS ÁRBOLES
Cuando se llega a considerar al árbol no tanto como el cuerpo delespíritu arbóreo, sino simplemente como su morada, de la que puede prescindir si gusta, se ha hecho un avance importante en el pensamiento religioso; el animismo va caminando hacia el politeísmo. En otras palabras, en lugar de mirar cada árbol como un ser consciente y vivo, el hombre solamente le ve como una masa inerte y sin vida en la que reside poco o mucho tiempo un ser sobrenatural que puede pasar libremente de un árbol a otro, gozando de ciertos derechos de posesión o señorío sobre todo el bosque, y dejando de ser un alma del árbol llega a ser un dios de la selva.
Tan pronto como el espíritu arbóreo se ha zafado en cierta medida del árbol en particular, comienza a cambiar su figura y a tomar la humana, en virtud de la tendencia general del pensamientoprimitivo a revestir de concreta forma humana a los seres espirituales abstractos. Por esto en el arte clásico las deidades silvanas están antropomorfizadas, denotando su carácter nemoroso por alguna ramita u otro símbolo igualmente patente. Este cambio de forma no afecta al carácter esencial del espíritu arbóreo.
También los espíritus arbóreos hacen prosperar las cosechas. Entre los mundaris, hay un bosque sagrado en cada aldea y “las deidades del bosque tienen la responsabilidad de las cosechas, siendo especialmente festejadas en todas las grandes fiestas agrícolas”. La misma idea se desprende de las costumbres alemana y francesa del “mayo de la siega”; éste, es una rama grande o un árbol entero que, adornado de panojas o espigas, traen a casa en la última carretada de mies y que después cuelgan del techo de la granja o del granero quedando allí todo el año. Mannhardt ha demostrado que esta rama o árbol personaliza al espíritu arbóreo concebido como el espíritu de ¡a vegetación en general y cuya influencia vivificante y fructificante es atraída así especialmente sobre el grano. Por esto en Suabia, el “mayo de la siega” es atado entre las últimas cañas de mies que quedan erguidas en el sembrado; en otros lugares lo plantan en el campo de siega y atan a su tronco el último haz que cortan.
También el espíritu del árbol hace que se multipliquen los rebaños y bendice a las mujeres con hijos. En la India septentrional, el emblica officinalis1 es un árbol sagrado. El día onceno del mes Falgum (febrero) derrama libaciones al pie del árbol, atan a su tronco cuerdas rojas o amarillas y le ofrecen oraciones por la fertilidad de mujeres, animales y cosechas guardián (limonero, fresno u olmo) en las cercanías de cada hacienda. Nadie podía arrancar una sola hoja del árbol sagrado, delito castigado con desgracias y enfermedades. Las mujeres grávidas solían abrazarse al árbol con la idea de tener un parto fácil. En algunas tribus negras de la región del Congo, las embarazadas se hacen vestiduras con la corteza de un árbol sagrado especial, porque creen que este árbol las libra de los peligros que acompañan al parto. La leyenda que muestra a Leto agarrada a una palmera y un olivo o a dos laureles cuando estaba dando a luz a los divinos mellizos Apolo y Artemisa, señala quizá una idea griega parecida: la creencia en la eficacia de ciertos árboles para facilitar el parto.
“Entre las costumbres antiguas que conservan todavía los de Cornualles puede enumerarse la de adornar sus puertas y porches el día de mayo con árboles o ramaje verde de sicómoro y acerolo y la de hincar los árboles o mejor aún poner tocones y cepas delante de sus casas ” En el norte de Inglaterra fue costumbre antigua que la juventud levantara poco después de la medianoche para ir con acompañamiento de músicas y toques de cuerno a las arboledas, donde derribaban ramas de los árboles, las que adornaban con ramilletes y coronas de flores; cuando volvían, aproximadamente al amanecer del “día mayo”, colgaban las ramas adornadas con flores sobre las puertas y ventanas de las casas. En Abingdon, en el Berkshire, antiguamente la gente joven marchaba en grupos la mañana del “día mayo” cantando unos villancicos, dos de cuyas estrofas son las siguientes:
Hemos estado vagando toda la
Noche y parte del día, y ahora
Volvemos trayendo nuestras
Guirnaldas con alegría.
Le traemos una guirnalda
Aíegre y ante su puerta ya
Estamos; es un brote bien
Florido, del Señor, obra de sus manos.
Esto es en tanto que al espíritu arbóreo se le considera como incorporado o inmanente en el árbol. Vamos ahora a mostrar cómo el espíritu del árbol es frecuentemente concebido y representado separado del árbol y revestido de forma humana y, aún más, encarnado en hombres y mujeres vivientes. La prueba de esta representación antropomórfico del espíritu se encuentra las más de las veces en las costumbres populares de los aldeanos europeos.
Hay una serie de casos instructivos en los que el espíritu del árbol está representado simultáneamente bajo las formas vegetal y humana, colocadas una al lado de la otra, como si fuera con el expreso propósito de explicarlas recíprocamente. En esta serie, la representación humana del espíritu del árbol es a veces un muñeco o efigie y otras, una persona viva; mas sea muñeco o persona, está colocada al lado del árbol o rama, de tal modo que, juntas la persona o muñeco y el árbol o rama, forman una especie de inscripción bilingüe, en la que, por decirlo así, cada una es la traducción de la otra.
El espíritu que vivifica los árboles y está activo en las plantas inferiores es el mismo que hemos reconocido en el árbol mayo y en el mayo de la cosecha. Bastante consecuentemente se supone que el espíritu también manifiesta su presencia en la primera floración primaveral y se revela a sí mismo ya como una muchacha representando la rosa de mayo. La procesión con este representante de la divinidad, se suponía que producía sobre las aves de corral, los árboles frutales y las mieses los mismos benéficos efectos que la presencia de la deidad misma
Hasta aquí hemos visto que el espíritu arbóreo o espíritu de la vegetación está representado en general, ya en forma vegetal y humana como un árbol, rama o flor, ora en formas simultáneas vegetal y humana como un árbol, rama o flor en combinación con un muñeco o una persona viva. Nos queda por mostrar que su representación por el árbol, rama o flor es completamente abandonada en ocasiones, conservándose su representación por una persona viva. En este caso el carácter representativo de la persona está señalado generalmente por el revestimiento de hojas o flores de él o de ella y algunas veces, además, está indicado por el nombre de él o de ella
En las serranías de Escocia, el renacimiento de la vegetación en primavera se representa usualmente de un modo gráfico en el día de Santa Brígida el 19 de febrero. Así, en las islas Hébridas “la señora y sirvientas de cada familia cogen un haz de avena y la revisten con ropas de mujer, poniéndolo en una gran cesta y teniendo a su lado una garrota de madera, para ‘ella’; esto lo llaman la ‘cama de Brígida’. Seguidamente, la señora y sirvientes gritan tres veces: ‘¡Brígida está llegando, sea bienvenida Brígida’!” “Esto lo hacen en el mismo momento en que todas van a acostarse y cuando se levantan por la mañana, miran entre las cenizas del hogar esperando ver en ellas la huella de la garrota de Brígida; si la reconocen, es un presagio cierto de cosecha abundante y un año próspero, siendo tomado lo contrario como mal agüero”.
Otro testigo describe la misma costumbre como sigue: “La noche antes de la Candelaria es usual hacer una cama en una parte cercana a la puerta de entrada con hojas de maíz, granzas y heno; sobre ella extienden unas mantas. Cuando ya está lista, sale una persona y grita afuera: ¡Brígida, Brígida, entra; tu cama está dispuesta! Toda la noche quedan encendidas una o varias velas”.
De un modo parecido, en la Isla de Man, “la víspera del 19 de febrero tenían antes una fiesta llamada en el lenguaje mank Laa’lBreeshey, en honor de la señora irlandesa que vino a la Isla de Man para tomar el velo de manos de San Manghold. La costumbre consistía en reunir un manojo de junquillos verdes y poniéndose en el umbral de la puerta con ellos en la mano, invitar a Santa Brígida a venir y alojarse con ellos esa noche. En la lengua mank1 la invitación
dice así: Brede, Brede, tar gys my thie tar dyn ayms noght Foshil jee yn dorrys da Brede, as Ihíg da Brede e heet staigh.
En español es: “Brígida, Brígida, ven a mi casa, ven a mi casa esta noche. Abrid la puerta para Brígida y dejad que Brígida entre”. Después de repetir estas frases, extendían los junquillos en el suelo a modo de alfombra o cama para Santa Brígida. “Costumbre muy parecida a ésta se observaba también en algunas de las Islas de Afuera del antiguo reino de Man“. En estas ceremonias de Many de las serranías escocesas es palmario que Santa Bride o Santa Bridget es una diosa pagana de la fertilidad enmascarada en un raído manto cristiano. Probablemente no es otra que Brigit, la diosa céltica del fuego del hogar y al parecer de las cosechas.