Ensayo erudito y apasionado, reconstruye el lenguaje mágico de la Europa antigua mediterránea y septentrional, vinculado a ceremonias religiosas populares en honor a la diosa Luna. Graves nos narra cómo en Europa y Oriente Próximo existían culturas matriarcales que adoraban a una Diosa Suprema y que reconocían a los dioses masculinos solo como sus hijos, consortes o víctimas para el sacrificio. Estas culturas fueron eliminadas por la irrupción del patriarcado que arrebató a las mujeres su autoridad, elevó a los consortes de la Diosa a una posición de supremacía divina y reconstruyó mitos y rituales para ocultar el pasado. La conquista patriarcal llegó a Britania y al resto de Europa occidental alrededor del 400 a. de C. En “La Diosa Blanca”, Graves mezcla distintos géneros para, a través de los bosques mitológicos de medio mundo, sumergirnos en los antecedentes históricos, tribales y místicos de la poesía, pasando de las mitologías griegas a las simbologías panteístas y naturalistas de los bardos celtas, para terminar satirizando a la sociedad contemporánea. Es su libro más personal, un ensayo inteligente que muestra la originalidad de Robert Graves y que resulta imprescindible para comprender su obra y su manera de pensar. La presente y definitiva edición de “La Diosa Blanca” la ha llevado a cabo el profesor Grevel Lindop a partir de la última versión y apuntes del autor para la de 1961. Es una nueva y meticulosa traducción de su hijo y albacea literario William Graves.
La diosa blanca. Una gramática histórica del mito poético (en inglés The White Goddess: a Historical Grammar of Poetic Myth) es un extenso ensayo sobre la naturaleza de la creación de mitos poéticos del autor y poeta inglés Robert Graves. Publicado por primera vez en 1948, el libro se basa en artículos anteriores publicados en la revista literaria Wales; en 1948, 1952 y 1961 salieron ediciones revisadas, ampliadas y corregidas.
El libro plantea una aproximación al estudio de la mitología desde una perspectiva decididamente creativa e idiosincrásica. Graves propone la existencia de una deidad europea, la «Diosa Blanca del Nacimiento, el Amor y la Muerte», muy similar a la Diosa Madre, inspirada y representada por las fases de la Luna, quien se oculta tras los rostros de las diversas diosas de varias mitologías europeas y paganas.
Graves sostiene que la poesía «verdadera» o «pura» está inextricablemente ligada al antiguo culto-ritual de esa Diosa Blanca y su hijo.
Contenido
Graves reconstruye lo que considera el lenguaje mágico de la Europa antigua mediterránea y septentrional, vinculado a ceremonias religiosas populares en honor a la diosa Luna. A lo largo del libro, relata cómo en Europa y Oriente Próximo existían culturas matriarcales que adoraban a una Diosa Suprema y que reconocían a los dioses masculinos solo como sus hijos, consortes o víctimas para el sacrificio. Estas culturas, según Graves, fueron eliminadas por la irrupción del patriarcado que arrebató a las mujeres su autoridad, elevó a los consortes de la Diosa a una posición de supremacía divina y reconstruyó mitos y rituales para ocultar el pasado. Según el autor, la conquista patriarcal llegó a Europa occidental alrededor del 400 a. C.
En La Diosa Blanca, Graves estudia numerosas tradiciones mitológicas en busca de los antecedentes históricos y místicos de la poesía; así comienza con la mitología griega, continúa a través de las supervivencias de los bardos celtas y termina con referencias satíricas sobre la sociedad contemporánea del autor. Este ensayo ha sido considerado como un punto de inflexión en su obra poética y novelística.
La hipótesis que plantea Robert Graves es la siguiente:
Existe una Diosa de muchos rostros, adorada por los paganos bajo innumerables nombres. Es, a la vez, tierna y pavorosa, piadosa y terrible, su mano oscila entre la calidez de la naturaleza y sus facetas más hostiles. Es, en resumen, el Todo en lo Sutil, el Universo en lo ínfimo. A Ella, y no al demonio, adoraban las brujas en la Edad Media, y por eso fueron perseguidas.
El escritor, asegura Robert Graves, debe elegir entre honrar a la Diosa Blanca, o perecer al chocar contra ella. Si decide lo segundo, su obra será alabada por la crítica, leída hasta el hartazgo en una cola de supermercado, pero nunca logrará conmover. En cambio, si elige el camino de la Diosa Blanca, su obra será maldita, temida por los hombres, despreciada, leída en secreto, pero alcanzará el objetivo más alto y puro del arte: conmover.
Robert Graves define a La Diosa Blanca como una gramática histórica del lenguaje poético del mito. Su hipótesis se construye sobre la mitología y poesía de Gales e Irlanda —los mitos celtas—, aunque se expande a casi toda la Europa pagana. Apoyándose en la lingüística, Robert Graves argumenta que la adoración de aquella Diosa multiforme encierra el secreto de toda expresión artística que sobrevive al tiempo.
Hubo, desde ya, críticas feroces sobre el libro; incluso se acusó a Robert Graves de ser incapaz de interpretar los mitos que estudia con extraordinaria lucidez en La Diosa Blanca. Él respondió con un argumento magistral, demostrando que el concepto de Religión Matriarcal como origen de todas las mitologías y creencias, se extiende desde los mitos y leyendas más antiguos hasta los estudios más respetables de su época.
En este sentido, La Diosa Blanca es una obra fundamental del Feminismo, precisamente porque prueba que, en la antigüedad, Dios fue mujer, es decir, que la sociedad estaba construida sobre las bases del matriarcado; y lo hace recurriendo a los brillantes antecedentes analizados por sir James Frazer en La rama dorada (The Golden Bough).
Para mayor indignación de la crítica, Robert Graves incluye al Cristianismo en su hipótesis de trabajo, señalando que su único elemento original es la figura de Jesús, pero el Jesús humano, el Jesús rabí; no ya el hijo de Dios, en cuya labor encarna perfectamente lo que se espera de todo héroe mitológico.
La Diosa Blanca estudia el lenguaje poético y el lenguaje mitológico en su vínculo más pretérico: el culto a la Diosa Blanca, el cual, hoy en día, esconde su rostro multifacético en el panteón de los Dioses de la Wicca. Robert Graves traza un estudio profundo sobre la cuestión, aportando pruebas basadas únicamente en la intuición, según él, la única herramienta realmente confiable para descifrar lenguaje onírico del mito y la poesía.
De este modo, el autor explica la caída de la Diosa Blanca en manos del culto monoteísta; y la lenta pero eficaz demonización de la mujer como entidad impura, menor, degenerada; estigmas que persisten aún hoy, y que persistirán —profetiza Robert Graves— si continuamos viviendo dentro de la estructura mental planteada por las religiones occidentales; es decir, en el seno del Patriarcado.
El culto a la Diosa Blanca no es, hay que decirlo, una deificación de la mujer, sino la adoración al Todo en su múltiple faz de Madre, Hija y Amante. Robert Graves, además, incluye un novedoso sistema de interpretación y traducción del lenguaje mítico, al que llama Iconotropía, o Movimiento del Símbolo.
Su metodología requiere un vasto conocimiento mitológico, pero también la intuición de los poetas. Se aplica retrocediendo el discurso, un mito o un poema, por ejemplo, a sus imágenes estructurales. De este modo es posible captar la esencia de todos los mitos y poemas afines con la Diosa Blanca, pues únicamente ellos poseen raíces lo suficientemente profundas como para someterlas a este método.
La Diosa Blanca nos detalla el origen ancestral de los arquetipos, de los alfabetos como versión desmejorada de los antiguos iconos paganos. Pronto surge una lengua hecha de árboles y estrellas, que, a su vez, encarna distintos valores, sabidurías y maldiciones. El mito como origen, y la Mujer como fuente de la humanidad. De eso se trata el libro, de reivindicar esa verdad que los antiguos conocían, y que nosotros, por alguna razón, hemos olvidado.
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